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... Después de confirmar un menú cuidadosamente seleccionado para satisfacer gustos y excepciones, todavía dio un último repaso a la interminable lista de invitados que no habían logrado reducir; y fue al reparar en el nombre de unos primos a los que ni siquiera recordaba haber visto alguna vez que a Avel se le ocurrió invitar a Luuca a pasar el fin de semana disfrutando del campo, ver un árbol, alguna flor sin su maceta, pues tanto asfalto, tanto olor y color de ciudad les tenía los sentidos atrofiados. Además, se casarían en un mes y tantas cosas cambiarían…, le dijo para convencerla.
... Eligieron las Fragas del Eume, en la Galicia de los abuelos y demás ancestros y el sábado muy temprano emprendieron camino cual peregrinación solemne. Provistos con una cesta abarrotada de productos de la mejor calidad que incluía una selección de todo menos refrescos y bocatas, evitaron mejor los escrúpulos que la tentación de comer las moras y hongos que por allí crecían salvajes; pero qué gratamente olían las flores, qué embriagadora sentían su fragancia, qué majestuosos se erguían los árboles, longevos y sabios, ¿un roble? ¿un ciprés, quizá? Mira, mira, es mismo el del catálogo… Dejaron atrás el monasterio de Caaveiro, de indiscutible importancia arquitectónica —ellos no tenían intención de ponerlo en duda—, y caminaron de verdad entregados a la tan extraordinaria aventura donde hasta el más pequeño riachuelo semejaba un tortuoso río, cualquier ligero desnivel un barranco que evitar…
... Encontraron finalmente un lugar lo bastante íntimo y acogedor donde extender una manta y disponer el almuerzo; comieron y bebieron con ansia no reprimida y, al cabo, bajo los efectos del Latour y el Merlot oportunamente sustraídos a los regalos de boda ya recibidos, Luuca y Avel se abrazaron y contemplaron el infinito, las nubes, qué lejanas; les producía hasta un plácido vértigo mirarlas. Ella se volvió, indolente, e iba a besar a Avel en los labios cuando justo a unos centímetros de su muy despeinada cabellera descubrió lo que quiso creer era un ejemplar del casi extinto trébol de cuatro hojas. Pues ni él ni ella entendían de estadísticas ni aberraciones genéticas de las plantas, y aun cuando no eran tampoco ni remotamente supersticiosos, no pudieron menos que congratularse por su magnífica fortuna.
... —¡Tienes confirmado el ascenso, seguro! —exclamó Avel, obsequioso y enamorado—. ¡Déjame ver…!
... —Nanay —respondió ella al instante, apartándole las manos con cierta brusquedad para que ni pudiera rozar el preciado talismán.
... —Pero, ¿qué te pasa? ¡No voy a robártelo!
... —¡Anda, como si tú no pretendieras mi puesto…!
... Se revolvieron en la manta en un discordante tira y afloja que desembocó en el irreparable aplastamiento de la codiciada variedad de trifolio. De pronto, Avel parecía enfurecido, Luuca dominada también por una furia agresivamente desatada; y encima comenzaba a llover…
... El lunes a primera hora los compañeros y amigos de Avel y Luuca recibieron un email en el que la pareja les comunicaba la ruptura de su compromiso matrimonial; también les indicaban dónde y cuándo podrían recuperar sus respectivos regalos de boda. Más tarde, e igualmente con un escueto e impersonal correo electrónico, la Empresa anunciaba a sus empleados que los ascensos, promociones y mejoras quedaban aplazados… indefinidamente.