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... Se entregó a la voluntad del Espejo y éste tuvo a bien devolverle una imagen grata y complaciente en la que en seguida reconoció su misma juventud, el largo cabello de ébano, encaracolado una y mil veces; sobre la blanca camisa de encaje de Brujas, una túnica de rico terciopelo carmesí, calzados los pies con delicadas chinelas de seda y en el índice de la mano derecha un soberbio anillo símbolo de su dignidad real… En los labios sorprende la princesa el rastro de una sonrisa que denota su natural buen carácter y en los ojos almendrados el brillo de una nada desdeñable inteligencia. Pero todo, todo cuanto de sí misma observa puede echarse a perder, comprende de súbito, esta mañana de mayo, en un estado próximo al despertar.
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... —¿Por qué duermo, pues, desde hace tanto tiempo que parece haber transcurrido toda una eternidad? —pregunta finalmente al Espejo.
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... —Porque sigues aguardando a tu príncipe azul —sentencia el Espejo, y añade con un punto de crueldad en la voz:— Y no uno cualquiera, al azar, sino el que crees reconocerás como tuyo. ¡Y así te va…!
... —¿Por qué duermo, pues, desde hace tanto tiempo que parece haber transcurrido toda una eternidad? —pregunta finalmente al Espejo.
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... —Porque sigues aguardando a tu príncipe azul —sentencia el Espejo, y añade con un punto de crueldad en la voz:— Y no uno cualquiera, al azar, sino el que crees reconocerás como tuyo. ¡Y así te va…!
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