jueves, 5 de noviembre de 2009

El legado

Y llegó el día en que todo estuvo dispuesto para la celebración de la ancestral tradición en virtud de la cual el padre transmitía al hijo un secreto familiar que el joven habría de guardar orgullosamente, pues sólo ése era su cometido.
—Deberás proteger nuestro secreto, empeñando en ello incluso tu propia vida —dijo el padre con voz que apenas quebró el inmenso silencio de la estancia vacía, libre de testigos—. Eres ya un hombre, hijo mío, y desde mañana recaerá sobre ti la responsabilidad de su custodia.
—No quiero conocer ese secreto —repuso el hijo sin permitir que la estupefacta mirada de su padre minara su determinación.
—¡Representa el mayor de los honores! ¿Cómo se te ocurre que puedes rechazarlo? —preguntó el padre, severa la expresión.
—Padre, por favor —rogó el muchacho antes de explicar su razón para negarse—. ¿No comprendes que aceptar ese antiguo honor me convertirá, más que en centinela, en esclavo del secreto?

8 comentarios:

Malena dijo...

Mi querida Wara: Me recuerda a un proverbio muy antiguo que dice: "Somos dueños de nuestros silencios y esclavos de nuestras palabras" y en cierta manera es así referente a tu escrito. Cuando nos hacen poseedores de un secreto es como una losa que tendremos siempre encima de nuestro pensamiento.

No puedes negar tu ascendencia celta. Son bellísimos tus relatos.

Mil besos y mil rosas.

núria dijo...

Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.

¡Cuanta razón tenía el poeta!

Ese poema deberia ser de obligada lectura para todos los padres.

Carmen Neke dijo...

¿Se puede rechazar un legado? ¿Es egoísmo o valentía, decir que no quieres lo que te quieren dar las personas que te aman?

Qué bien sabes poner siempre el dedo en la llaga, Wara, con unas pocas palabras has creado un dilema universal. Admirable.

Wara dijo...

Malena, hablando de palabras y silencio, recuerdo haber leído alguna vez algo referente a que, cuando un secreto es ya de dominio público, pocas personas consiguen no presumir de haberlo conocido. Eso sí que parece la esencia del secreto, ¿verdad? Participar de él en silencio y seguir callado cuando ha dejado de serlo.

Núria, los poetas no sé muy bien cómo, siempre tienen razón. Nuestros hijos no son nuestros, lo son de la vida, de la voluntad del viento… y los padres deberían de comprenderlo. Pero es el que ser humano en general es tan cabezota, y tiene tal voluntad de imponerse que si te digo que no vayas por ahí a ver por qué tienes que ir. Y algunos no pueden callarse un ya te lo advertí…

Neke, difícil cuestión. ¿Rechazas un legado supuestamente importante por cobardía o por egoísmo, por no confiar en tus fuerzas o quizás para no sentirte atado a nada?

Gracias a las tres, me habéis hecho pensar un buen rato… Besos y abrazos.

Almudena dijo...

Los secretos son una carga pesadísima, aunque se trate del secreto de una receta de cocina familiar.

Precioso, precioso, precioso. Bueno, como de costumbre :)

Besucos.

Wara dijo...

Anjanuca, buenas noches. Tienes razón, los secretos son una carga que en realidad nadie nos debería pedir que cargásemos. Pero...

Un abrazo.

Jenn Díaz dijo...

¡Qué horror, qué miedo! Soportar el peso de un secreto centenario. Cierto que ahora me queda la curiosidad, pero imagino que tampoco habría aceptado.
Me gusta mucho la idea, que al llegar a hombre uno tenga que enfrentarse a eso, a la verdad con llave.
Un abrazo.

Wara dijo...

Sí que da un poco de miedo, ¿verdad? Imagina qué dilema, las consecuencias... ufff. Mira qué cosas, yo no sé si sería capaz de no aceptar, pero creo que me gustaría que esa fuera mi opción. Ay, quién sabe, jaja.

Besos, Fusa.