lunes, 21 de septiembre de 2009

White Lily

Aquella tarde tampoco se hablaron. La discusión los había agotado más que en otras ocasiones y la creciente incomprensión les alejaba. Ella se sumió con dificultad en la lectura de un libro, injusto receptor de sus frustraciones. El, por su parte, se entregó a ensoñaciones de tiempos pasados, nunca olvidados.

Aquella noche él soñó con la niña-mujer de belleza perenne que fue suya una única vez, el ideal de una dicha quizá prohibida con el tiempo revertida en síntesis de todo lo inalcanzable y eterno, y por primera murmuró el nombre para el que sus labios se habían sellado en una secreta promesa de mutua pertenencia:
—¡White Lily! —y lo repitió por dos o tres veces:— ¡White Lily! White Lily…
Y, reconociendo el nombre y la voz que por ella llamaba, la mujer de inquieto dormir que yacía a su lado sonrió, y respondió sin llegar a despertarse:
—Tantos años he esperado que pensé me habrías olvidado. Oh, ven, ven pronto a buscarme.

Aquella mañana, durante el desayuno lograron ambos representar un compromiso de reconciliación que les pareció satisfactorio. Pero al salir de casa más tarde, él sabía que se iba para no volver jamás. Ella, sin pretender persuadirlo siquiera, lo dejó marchar.


White lily / Lirio blanco

8 comentarios:

Malena dijo...

Después del amor viene el desamor, muchas veces por falta de diálogo, de comprensión. Quizás por una vida estresante en la que no hay cabida para el terreno personal.

Aquella niña-mujer seguía existiendo pero con demasiadas capas encima que cayeron al oir como la llamaban pero todo había cambiado. Esa llamada la tenía que haber hecho mucho antes cuando todavía podía haber solución. Así mueren muchos amores.

Mil besos, Wara.

P.D/ Tienes la virtud de meterme dentro de tus relatos.

Wara dijo...

Ocurre, además, que el ideal con el que soñamos está con frecuencia a nuestra lado, y si no nos damos cuenta, uno a veces se queda sin nada.

Me gusta saber que entras en mis relatos, no voy sola entonces.

Un abrazo y muy feliz semana, Malena.

Anónimo dijo...

Estoy leyendo La enredadera, de Josefina R. Aldecoa. Y una de las protagonistas, Julia, que está teniendo una historia con un hombre fuera del matrimonio, empieza a sentirse así: lejana, incomprendida. Y para vovler a su libertad y calma, trabaja escribiendo. A eso me ha hecho pensar la primera parte del relato. Y la segunda a esa canción de Jorge Drexler: estamos debajo de una parra cantando una canción que dice que uno sólo conserva lo que no amarra...
Y yo creo que, de nuevo, no hacen falta más palabras.
Un beso, Wara querida.

Wara dijo...

Yo también diría que sí, se conserva lo que se amarra, pero sin olvidar tener mucho mimo y cuidado.

Besos, Fusa.

Anónimo dijo...

Ohhh que tierno Wara!

Por qué cambia tanto el ser humano? Y lo que es peor, por qué la mayoría de parejas intentan cambiarse unos a otros una vez están juntos? Si te has enamorado de esa persona como era... porque se la intenta cambiar? El egoísmo del ser humano...


Me encantó Wara! besos guapa!

Wara dijo...

A veces es uno mismo el que cambia y simple y egoistamente exige que los demás se le adapten. Conozco alguna pareja que se ha roto en ese proceso de reajuste.

Y me has recordado aquella frase, creo que de Groucho Marx, cuando dice: "Disculpe si no lo he reconocido; he cambiado mucho". Pues eso.

Un abrazo, India.

Calle Quimera dijo...

En realidad él se había ido hacía ya mucho tiempo, el mismo que hacía que ella le había dejado partir. White Lily y él solo estaban unidos en un sueño, ese del que la convivencia les despertó. Tantas veces es así...

Besos.

Me gusta cómo logras reflejar vidas completas en una simple escena...

Wara dijo...

Es posible que así fuera, Quimera, porque en realidad nunca podemos decir extactamente en qué momento nos fuimos, a veces lo descubrimos algún tiempo después. Otras veces seguimos, sin saber que dejamos de estar y de participar en la relación.

Un abrazo.