sábado, 20 de diciembre de 2008

El libro desaparecido

El libro desapareció exactamente aquella noche, amparado por ese astuto y y a la par benévolo silencio que en ocasiones dispensa al que se abandona a su sueño; y aunque varias personas ocupaban la sala de lectura a tan tardías horas, ninguna hubiera servido como testigo ante el Tribunal. Por la mañana muy temprano, la estancia fría y vacía, se descubrió el hueco que el volumen ocupaba en la estantería; el hecho, tan extraño, suscitó gran controversia, recíprocas sospechas y miradas de contenida indignación, porque por todos es sabido que robar un libro es robar una vida, la que adquiere en manos de cada uno de sus lectores. De incalculable valor, de contenido misterioso, el libro se definió asimismo como insustituible; no existía ningún otro ejemplar que pudiera ocupar el privilegiado lugar ni llenar el vacío de su predecesor.

—¿De qué hablaba el Libro? —quiso saber entonces una niña.

—Sus páginas desbordaban palabras de amor —respondió con pesadumbre el hombre que cuidara del volumen hasta su desaparición.

—¿Nadie conoce las palabras? —insistió la niña.

—Lamentablemente, todas no —respondió el hombre con manifiesto pesar.

—¡Comencemos por anotar las que recordemos! ¡Haremos un libro nuevo, sí, por favor! —gritó la niña—. Usemos palabras que nos salgan del corazón… llenémoslo con palabras de optimismo e ilusión, también de dolor y resignación. ¡Empiezo yo! —pidió, y pulcramente escribió—: En ángel que se durmió en la noche, el que tanto nos amó, no crean que nos abandonó. Marchó para transformarse en un ángel incluso mejor.


No hay comentarios: