miércoles, 9 de junio de 2010

Malditos roedores

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... ¡Malditos… malditos roedores! ¿Es que ya no recuerdas cuando hacía tanto frío y llovía… cuando el invierno era realmente invierno y anochecía y las farolas se apagaban dejando que las calles permanecieran a oscuras, solitarias, vacías? ¿No recuerdas que papá nos advertía que mantuviéramos las puertas cerradas porque los roedores salían de las alcantarillas y se colaban en los portales e incluso en las casas vecinas? ¿Recuerdas el pasillo de nuestra casa, tan largo y ancho como una avenida? ¿De qué nos servían tales medidas si no nos ponían a salvo de lo maligno cada vez que la prima de mamá exhibía, brazo en alto, la pieza recién conseguida… cuando sacudía al bicho rendido ante nuestras narices, sobre la taza de leche humeante o sobre el plato de comida, cuando venía y me perseguía hasta mi cuarto prolongando mi agonía y yo, histérica y tan niña, pensaba en lo fácil que era odiarla y no quería y temía hacerlo por creerlo un pecado?

... Incluso cuando la requerían los vecinos volvía a casa con la víctima abatida, y yo vuelta a correr para encerrarme en mi cuarto, perdidos los nervios, torturada, llorando. ¡Tantos rezos de rosario mezclados con tanto impulso malsano…! Me estoy poniendo mala con sólo recordarlo, no sé por qué has tenido que regresar a aquel año. Con lo poco que hablas, también hoy podrías haberte quedado callado… Ve, te libero del compromiso de darme charla… Oh, crecimos, sí, crecimos, para gritarle a la prima que se dejara de bromas, que se lavara de una vez y para siempre las manos… ya era bastante. ¿Ríes? Nunca me pareció cosa de risa correr por la casa dando alaridos, perseguida por una loca que, recuérdalo, era quien al final se sentía ofendida.

... Y ahora… Tres cursos de carrera apañándomelas para estudiar a Pavlov con un ojo a medias abierto y el otro cerrado. Impulsos y reflejos, laberintos, pérdidas, ensayo y error, trampas y más enrevesados laberintos… ¡Ojos cerrados a cal y canto! ¿Cómo se supone que podría aprobar la maldita asignatura si no lograba asomarme a los apuntes ni entreabriendo un margen? Cuarto, quinto curso y la asignatura a rastro… ¡Malditos… malditos roedores, que me buscan más desgracias! Me hacen imposible la infancia y aparecen de nuevo decididos a cerrarme el camino. ¿Por qué habré elegido Psicología? En Filosofía o Pedagogía no estudian roedores y en la Escuela de Magisterio, como mucho, los encontrarán por los rincones. Sexta convocatoria… la carrera que peligra. Le cuento al profesor el problema, me confieso en una carta muy sentida que remito al Departamento antes de arrepentirme. En ella le imploro que comprenda esta fobia que me agobia, me ahoga… le suplico que no tire mis años de estudio por la borda.

Juan Genovés - "Mujer huyendo"

10 comentarios:

núria dijo...

"Pues ya habemus temam para mayo, y excuso decir lo que me ha costado escribir el título..."

Ahora lo entiendo!
;)

Wara dijo...

Jajaja, estás en todo, Núria, y mira lo que costó el título, que la historia ha tardado un año en cocinarse... uffffff.

Besos.


PD. Por cierto, ¿has descansado bien? Esta noche hemos hecho un temendo ejercicio escalando extrañas montañas... -:)

AdR dijo...

Lo mío era con las cucarachas, mi madre siempre andaba diciendo que eran un asco. Y claro, ahora lo son.

Espero que no te haya provocado traumas :D

Besos

Wara dijo...

Traumas, no, Angel, que no podría vivir. Porque con los años he ido sumando otros bichos de uso cotidiano, por decirlo de algún modo, jaja, que si fuera un animal prehistórico de esos desaparecidos no tendría tanto problema. Vamos, que así y todo soy un desastre, jaja.

Besos.

núria dijo...

Ah! ... era eso?

Wara dijo...

Oh, sí, sin duda. Mi madre cantaba una canción que decía algo de subir montañas y cruzar valles siempre cantando... Pues algo así, sí, menos lo de cantar :)

Druida de noche dijo...

Pues qué decir.. ¿nos pueden enseñar algo los roedores?...

beso
druida

Wara dijo...

¿Enseñar...? ¡Al menos a mí, a salir huyendo! (Aunque no siempre lo consigo, jajaja).

Besos y buen fin de semana, y semana próxima y siguientes, Druida.

RebecaTz dijo...

Vaya relación entre la infancia de la protagonista y el encuentro con Pavlov. Quizá inconscientemente buscaba la forma de librarse de la fobia al enfrentarse a ella, pero el asunto la rebasó por completo.
¡Maldita y sádica prima, oye!!

Magnífica historia, beso. :D

Wara dijo...

Que la infancia marca no es novedad, Andrómeda. Y claro, consciente o inconsciente uno sigue su camino empujado por eso que se nos ha quedado escrito en la piel, digamos.

La prima, sí, jaja, ¡como si quisiera loquear a uno adrede!

Besos.