miércoles, 24 de junio de 2009

La noche de San Juan

Ha sido un año muy largo, doloroso y pausado. Lejanos sonidos y familiares fragancias que transitan por el aire simulando algún fulminante repique de campanas la empujan a levantarse. Hace tanto tiempo que no asoma al camino que sus pies descalzos se sienten agredidos por los duros terrones de tierra reseca, por las semillas y la corteza de los árboles. Toma conciencia de lo endeble que es su paso, lo desgarbado de su aspecto avanzando casi a tientas entre espinos y zarzas. Pero no se amilana y en seguida las plantas se adaptan, la tierra se adhiere a los pies cansados, se reconocen mutuamente como viejos amigos que tras larga ausencia se echaran en falta.

Recogió con sabia diligencia pétalos de flores silvestres, plantas y semillas, raíces, brotes viejos sin retoño, ramas secas y marchitas que no amenazaran la supervivencia del viejo bosque que conforma su mundo y su casa. Mezcló todo con cuidadosa precisión al tiempo que entonaba algún canto con el que parecía reclamar ciertas voces del pasado, voces que acudieron a envolverla de modo que esta mágica noche no se sintiera tan sola y desamparada. Y pudo percibir la cálida paz, la serenidad de las mujeres de la familia que la precedieron en los rituales de las noches de junio transmitiéndole los infinitos secretos de las plantas, la magia de las fuentes y del agua del mar, el poder de las olas y la luna en la víspera de San Juan, la noche del solsticio.

Al recorrerse el rostro con las manos reconoció en él el más familiar de los gestos de su madre, anuncio de una espera nunca defraudada. Se ajustó en la nuca el suave moño de cabellos canos, movimientos firmes guiaron el peine por surcos conocidos, repetidos una y mil veces tras tantos años. Una túnica negra, muy gastada, la cubría hasta los pies y aún arrastraba tras sus pasos sobre el suelo de tierra y de barro.

Todo estaba dispuesto y se fue a dormir. Poco tiempo precisaba para hallar descanso, pero era una rutina agradable la de echarse y cerrar los ojos y soñar estrellas de nombre impronunciable, recordar amigos y familiares de rostros tan amables, sus gestos especiales, lo que les hace distintos y entrañables. Les añora, no se engaña, mas sabe que es inevitable, el curso de la vida, el poder limitado de una magia que muchos consideran inabarcable. Adormeció, pues, con el recuerdo en los ojos y en los labios de los bellos tiempos pasados, cuando la juventud que fuera su tesoro le permitía acompañar a la noche hasta la hora de su natural desenlace, la mañana.

Manzanilla, meliloto, caléndula, aloe y cientos de pétalos de flores tan hermosas como mágicas han pasado la noche al rocío en alas del destino, que ha dispuesto cumplir esta vez su cometido y realizar así el prodigio de devolver la juventud a la anciana cuando ésta, al despertarse, rompa el espejo de flores en el agua para enjuagarse las manos y la cara.

8 comentarios:

Carmen Neke dijo...

Me apunto la receta, Wara. Que en Málaga bastaba con lavarse la cara con agua del mar la noche de San Juan para conseguir la juventud y la belleza eternas, pero por estas tierras de herejes me lo voy a tener que trabajar mucho más, me temo.

Preciosa historia, me ha consolado de la soledad y la lejanía en esta noche tan mágica que siempre fue tan especial para mí.

Wara dijo...

Es que se trata de la noche mágica por excelencia, Neke. A mí me ha cogido un poco por sorpresa, quiero decir que de repente estamos a 24. Y hablando en casa de hacer alguna fogata, yo dije, bueno, para san Pedro, pero me han dicho que no, que no es lo mismo. Y no lo es, no.
¡Cuántos recuerdos!

Gabriel Ramírez dijo...

Buen y sugerente texto, Wara.
Saludos.

Wara dijo...

Gracias, Gabriel. Lo dicho, se trata de una noche mágica...

Anónimo dijo...

Tú has hecho que la noche mágica sea, además y también, melancólica. Y así, ni más ni menos, con esa combinación, fue mi San Juan del año pasado. De hecho escribí un texto donde mi vestido y mi tristeza eran protagonistas por igual.
Este año todo ha sido diferente... no salté ninguna hoguera, pero tus deseos no estuvieron muy lejos de la realidad.
Gracias, Wara querida.
Un abrazo.

Wara dijo...

Un abrazo, Fusa, hay noches en las que uno sólo desea soñar, sueños imposibles, claro, que el sueño no parece compatible con lo posible, pero bueno, mientras soñamos también somos felices, ¿no?
Besos.

gloria dijo...

Fantástico, Wara... No sé si será por la ausencia del mar y esas fantásticas hogueras, pero para mí la noche de San Juan nunca ha tenido nada de particular, y eso que San Juan es el patrón de Badajoz, ciudad en la que llevo viviendo nueve años... pero no es lo mismo, o mejor dicho, no lo era, hasta leeros, a ti, a Fusa (justo a ese texto al que se refiere, hilos de una tela que recorren mi pierna) y a todos los que vivís la noche mágica del año y nos la acercáis de esta forma. Gracias por hacerme soñar, aunque sea con melancolía (adoro la nostalgia, no es un problema), gracias por no dejar tus palabras que llenan más de lo que piensas.
Un abrazo enorme, Wara.

Wara dijo...

De mi época en la Universidad es cuando mejor "guardo" el recuerdo, aquello de recoger las flores, recorrer las no sé cuántas fuentes a medianoche... Y también las hogueras inmensas por toda la ciudad. Aunque, saltarlas, poco.

Si lo pienso, en realidad es una noche un poquito triste por cuanto encierra de muerte y renacimiento. Pero es mágica.

Besos, Gloria. Un abrazo fuerte.