domingo, 10 de mayo de 2009

La broma

A Carmen D. e Iván L.
A Jorge B., Silver y Pilar...
A los cinco por tomarme la libertad
de coger prestados sus nombres
y por facilitarme algún que otro detalle más.


A ella, de nombre extranjero impronunciable, habían terminado por llamarla sencillamente Carmen. Desde el comienzo se había quejado tanto del aburrido menú que ofrecían en el comedor de la Escuela, de su nula calidad nutritiva y, en definitiva, de su imperiosa necesidad de comer decentemente al menos un único día, que Iván se decidió a invitarla a almorzar juntos al día siguiente, viernes. Barajó los nombres de dos o tres de los mejores restaurantes de la ciudad, pero cuando se dio cuenta de que sólo se le ocurrían lugares pequeños e íntimos para una invitación que nada tenía de cita, pensó que bien podría ser ésta la excusa perfecta para reivindicar aquel prestigio como chef —hoy venido a menos— por el que sus amigos lo envidiaban y admiraban a partes iguales. Prepararía una comida sencilla en su propio apartamento recién estrenado y, como hombre que además acaba de recobrar la soltería, y para no crear expectativas ni dar lugar a falsas interpretaciones de aquel primer encuentro extraacadémico, invitaría también a Jorge, un joven escritor de brillante porvenir, e incluso a Fidel, profesor ya retirado que, cuando menos, garantizaba una amena conversación de sobremesa.

El viernes, pese a la antelación con que Carmen llegó al apartamento de Iván, éste tenía todo dispuesto con excepción del plato principal, un cordero lechal acompañado de aceitunas negras que se asaba mansamente en el horno de una cocina ultramoderna y en la que no se echa en falta ningún detalle ni complemento; seleccionar, trocear y mezclar los ingredientes para una ensalada a base de escarola, rúculo y frutos rojos de temporada le había templado la súbita ansiedad, el nerviosismo por el posible éxito o fracaso de aquella jornada que de algún modo consideraba probatoria para sí mismo. Hombre de trato exquisito y sumamente atento, saludó a Carmen con un ligero beso, recogió su bolso y su abrigo y le ofreció una copa de vino, que ella prefirió blanco y albariño, y sin darse cuenta se perdieron en una charla inconexa, repasaron anécdotas sin importancia y recuerdos imprecisos de viajes diversos y lugares comunes.
—Voy a gastarte una broma —anunció Carmen de repente.
—Oh, bueno, a ver… sorpréndeme —accedió Iván, recordándose que su sentido del humor estaba bajo mínimos tras el difícil proceso de divorcio.
—Define “broma” —dice Carmen y en seguida especifica:— su etimología.
Iván ríe.
—¿Me pones a prueba?
—¿No lo sabes? —insiste Carmen y en el fondo de su mirada sorprende Iván un punto de maldad cuyo significado no comprende.
—No, no lo sé —responde.
—Broma, chanza, bulla, diversión… —Carmen pronuncia lentamente cada sílaba, parece humedecerse los labios con cada palabra— deriva del griego, brõma, alegría de sobremesa, y bribõsco… devorar…
Se detiene un instante muy breve y bebe sin que el vino apenas alcance sus labios. Abandona la copa sobre la mesita auxiliar, los ojos fijos en la mirada de Iván, en la que percibe cierta confusión, extrañeza, incluso desconfianza y miedo, y advierte:
—Aquí está la broma.
Entonces extiende los brazos hacia Iván, lo atrae hacia sí y, antes de que éste pueda darse cuenta de sus intenciones, de si sólo quiere besarlo o qué pretende, absorto en las líneas de las manos intrincadamente tatuadas en las que nunca antes ha reparado y que por primera vez contempla, Carmen lo devora limpiamente.

Hmmmm… qué delicia, que maravilloso manjar, cuánto tiempo de privación, piensa Carmen mientras comprueba que todo en el apartamento esté en orden, que no quede rastro alguno de su paso ni de su arrebatado acto. Recoge el bolso y el abrigo, se enfunda unos guantes para ocultar la manifiesta transformación que comienza a revelarse en sus manos, y se las ingenia para salir sin ser vista por una puerta lateral del edificio. Lo rodea sin apresurarse hasta alcanzar de nuevo la puerta principal, donde precisamente Jorge se está apeando de un taxi. Fidel se retrasará todavía, le dice, se ha encontrado con Pilar; lo que equivale a un no vendrá. Carmen sonríe sin acabar de creerse dueña de tanta suerte: En unos minutos volverá a jugar, y quizá la broma resulte más divertida con Jorge que con Iván. El muy ingenuo alcanzó a intuir el final pero la defraudó asustándose… como un niño asomado de pronto a la boca del ogro. En el ascensor, Carmen intenta mantener la compostura, dominar su apetito despierto, la boca, los dientes, los colmillos a medias satisfechos le duelen…
Jorge golpea con los nudillos en la puerta del apartamento de Iván. No responde, qué extraño. Comprueba el picaporte, la puerta se abre.
—Seguro que algo se le ha olvidado y ha bajado a buscarlo —dice Jorge—. Entremos.
Desde la cocina les llega el apetitoso aroma de un cordero lechal que se asa mansamente en el horno… A la ensalada falta por añadirle el aliño. En un frutero, unos mangos delatan el plato que completa el menú dispuesto por Iván. La mesa, próxima a la terraza, luce engalanada para cuatro comensales.
—¿Te apetece una copa de vino? —Pregunta Jorge y Carmen asiente; el insoportable dolor de la boca impacienta su sonrisa y aparenta una mueca, una especie de burla, un gesto deforme.
—Mientras esperamos… —consigue decir Carmen—, voy a gastarte una broma.
—Oye, por si no lo sabes todavía, te advierto que soy el rey del buen humor…
—¡Perfecto! Porque no te defraudaré.
Y ambos se sonríen mutuamente…


14 comentarios:

núria dijo...

Buena elección de los nombres de los protagonistas.
;-))

Carmen Neke dijo...

Carmen la devoradora implacable de etimologías... Wara, lo has clavado sí :)))))))))))))

Iván dijo...

Quiero la versión erótica, que de esta ni me he enterado. Ya qeu me comen, qeu me coman despacito!!
Muacs!!
Iván

Wara dijo...

Jajaja, no hay versión erótica, esta es apta para todos los públicos.

Besos a los tres, feliz semana y buen humor. Gracias.

Malena dijo...

Es curioso pero soiempre que acabo de leerte me quedo con la boca abierta y por dos cosas. Primera porque está magnificamente escrito y segundo porque tengo que averiguar donde está el truco. Yo veo a Carmen como una mantis religiosa, como una debora hombres pero sádica.

¿En que colegio dices que estaba? :)

Besos y rosas.

Wara dijo...

Jajaja, Malena, para que la broma siga siendo posible creo que tenemos que dejarle a Carmen cierto anonimato y mucho misterio, que tampoco es plan de echarle a perder las relaciones en la Escuela.

Feliz semana. Muchos besos. Las rosas, que me encantan, las compartimos, ¿sí?

Allegra dijo...

Una Anibal Lecter reinventada.
Los protagonistas me recuerdan gente que me suena :)
Besos.

Wara dijo...

Bueno, quizá tendría que haber advertido que cualquier parecido con la realidad es pura... ¿coincidencia? Me gusta lo de una Lecter femenina, a la que mueve el afán por desgranar el significado de las palabras.

Un fuerte abrazo, Allegra.

Calle Quimera dijo...

Uffff... Qué apetito tenía la señora.... El cuento está maravillosamente escrito, mantiene la tensión en todo momento, me ha encantado, Wara.

Muchos besos. Y a la próxima desconocida que intente invitarme a comer desde luego que no le admito la invitación. Por si acaso..

Wara dijo...

Qué va, hay que aceptar, Quimera, pues hasta el final no se sabe quién se comerá a quién.

Hasta mañana, un fuerte abrazo.

Almudena dijo...

¡Ehhhhh! ¿Por qué no sabía yo de este precioso lugar?

Con lo que a mí me gustan tus relatos...

Besuco.

Wara dijo...

Hola, Anjanuca, el enlace está en el otro blog desde hace tiempo, pero supongo que pasa inadvertido. Muchas gracias por venir.

Besos.

Carliños dijo...

Sencillamente Genial, Wara.

La próxima vez que una mujer me diga algo de una broma,salgo corriendo.

Wara dijo...

Carliños, ni se te ocurra, eh, que luego la cosa corre en plan psicosis colectiva y a ver... que se acaban las bormas y las comidas y las citas, con lo bonito que es todo eso, ¿no?

Besos.