lunes, 4 de enero de 2010

Múrah, enamorado

.
El poeta es un fingidor.
Finge tan completamente
que hasta finge que es dolor
el dolor que de veras siente.

- Fernando Pessoa -



Cuando concluyó la ceremonia, Uría besó a Rodolfo. El sommelier escanció el más selecto de los vinos cultivados en el noroeste de las tierras del ducado donde la princesa había nacido hacía apenas veinte años y los invitados elevaron sobre sus cabezas exquisitas copas talladas en oro, pronunciaron vítores y anunciaron a la pareja seguros honores. El eco de la cantarina risa de la princesa rasgó el alma de Múrah, sintió un estremecimiento, un helado escalofrío que adivinó antesala del llanto que pugnaba en su garganta. Es, pues, un amor no correspondido, se dijo a sí mismo, la sonrisa escrita en los ojos y en los labios, obligados ambos a guardar silencio, a no revelar nada para no verse a sí mismo expuesto, para no convertirse él, bufón, en motivo festivo de canciones y crueles sátiras.

Aguardaban todos que Mürah representara su papel de mímico famoso, una actuación irrepetible, digna de la ocasión, que él no pudo sino sentir grotesca cuando inclinó sumisamente la cabeza e hincó, rendido, la rodilla en tierra, requiriendo de la dama a quien amaba le nombrara su más leal caballero. Y cuando Uría alzó orgullosa la afilada espada y la retiró denegándole el honor, cuando simuló querer besarle e igualmente se apartó, el bufón fingió tremendo espanto y se alejó arrastrándose —la espalda a voluntad encorvada, las poderosas piernas, debilitadas—, retrocedió embozando el rostro con la capa, con las manos, fingiendo un dolor, una angustia que rebosaba realmente en su pecho enamorado. Con gesto demente y actitud en justa medida enajenada bebió del vino amargo y oscuro permitiendo que las manos, falsamente deformes, ricamente anilladas, lo derramaran por la límpida pechera blanca, enturbiándola, tiñéndola de grana y escarlata, cual si la falsa herida de su corazón quebrado sangrara con inusitada ansia…

Y las lágrimas que finalmente empañaron su mirada, supremo deleite de Uría, Rodolfo y sus convidados en la excepcional jornada, confirmaron a Múrah como el más envidiado de los bufones, aquel por reyes y poderosos desde entonces disputado, el más fiel a la realidad en sus actos y, por ello, el más falso.

Edmund Blair-Leighton
Alain Chartier, 1903

.

5 comentarios:

Druida de noche dijo...

muy bueno bufones, vino y sommeliers... me encanto

besos
Druida

Malena dijo...

Mi querida Wara: No sé si utilizar el verbo recrear para expresar el dolor de Múrah, pero has hecho una exposición de su dolor que ha llegado hasta mí sintiéndolo en mi alma.

Sólo una persona sensible como tú es capaz de escribir y describir de esta manera. Felicidades.

Mil besos y mil rosas.

Wara dijo...

Iba a decir que este bufón nació así, como sin pensar, pero ocurre que la mayoría de los personajes e historias nacen de este modo, de repente, te sorprenden y ya está. Lo que sí ocurrió es que a Múrah casi-casi pude ponerle cara; la expresión, por descontado. Ojalá no nos viéramos nunca en la necesidad de fingir o simular lo que no sentimos.

Gracias, Druida, gracias también a ti, Malena. Muchos besos a ambos.

Dejame que te cuente dijo...

oh...que bonito...
el texto me encantó... pero las palabras de pessoa e dejaron muda..

un abrazo

Wara dijo...

Pessoa tiene esa virtud, Fire, te deja muda y sin palabras porque prácticamente él las ha usado todas, y de forma genial, por cierto.

Un abrazo fuerte.