domingo, 8 de febrero de 2009

30 de Febrero

Cada vez que ocurre me juro a mí misma que será la última vez. Mi mente discurre frenéticamente y algún día, uno cualquiera, hallará el remedio eficaz que me ayude a no quererte nunca más como te quiero, a no necesitarte con el ansia de respirar o no y sobrevivir o morir; hallará acaso un remedio que me permita deslizarme como algo más que una sombra por el día a día de la existencia imposible a la que tus actos me han conducido.

¿Oyes el viento…? Sopla en el tejado, sacude las vigas, acecha en las rendijas… me alcanzará aquí encogida sobre mí misma, que soy el centro, el final, el principio, la incógnita, pregunta y respuesta de un odio sin sentido, de un amor imposible. Mírala. Esa cama vacía, lejana y fría, ajena y desconocida, donde soñamos más despiertos que dormidos y donde hoy podría buscar refugio contra el miedo y la desdicha, resulta que no me admite; quizá no me reconoce, como hace el tiempo con ciertos recuerdos que difumina o desdibuja.

Y vago por los pasillos, y cuando de repente te necesito y grito tu nombre y te busco a tientas y no te encuentro porque ya no estás, porque te has ido, y me siento sola y perdida, y te grito, llamo tu nombre, respiro tu aliento extinguido, te odio y te amo como el primer día, y te busco y te extraño, te desprecio y te aguardo… te odio con energía renacida, te odio por no estar conmigo, por haberme dejado así a la deriva, ignorando cuál de todos los posibles es acaso mi camino. De nada sirve prender la luz o extender el mapa de los destinos, no entiendo esos signos que señalan las calles de la vida, me siento como en un país extraño, sin moneda, sin lengua conocida, sin familia ni un amigo.

Te odio por amarme y por haberme mentido, por no decirme aquel día que la lucha estaba perdida. Me apartaste para alejarte, vete delante, ya te sigo. Una playa de aguas tranquilas fue tu único testigo. Te odio por no haberme pedido que me marchara contigo.

Y guardo recuerdos vaciando armarios y cajones como aquel que busca sus pasos desandando el camino. Rompo palabras, guardo silencios sin saber qué es más valioso, urgente o preciso… Cartas de amor junto a cartas de vinos, facturas, proyectos conjuntos y alguna reserva para imprevistos… Te odio por no dejarme respuestas ni alternativas. Dime, ¿qué hago con todo, con esta vida nuestra y ahora sólo mía, si no sé vivirla si no es contigo?

2 comentarios:

tests dijo...

Querida Wara,
a veces pienso que una de las mejores cosas que nos envuelve a los seres humanos es esa necesidad de completarnos. Algo muy interno en nuestro pensamiento nos impulsa a buscar constantemente a esa persona que nos hace sentir que ya estamos completos.

Sucede en muchas ocasiones que nos equivocamos y la persona no es la que queríamos y en otras, en cambio, es tan perfecta, tan completa, tan complementaria a nosotros que llegamos a temer perderla... incluso hay veces que la perdemos sin que nada podamos hacer por evitarlo aunque nos empeñemos en cuerpo y alma.

Buscamos respuestas y en esa búsqueda infructuosa para intentar comprender lo incomprensible, el dolor deja sitio a la furia antes de la calma y aceptación y cargamos contra todo lo que creímos, incluso hasta el punto de enfadarnos con la persona amada.

Pero no hay culpables, Wara. En algunos sucesos vitales no hay culpables del dolor que podemos sentir en nuestras emociones. Cada uno guardamos en la parte más íntima de nuestro ser nuestras propias creencias, nuestra propia fé, pero ni la fé más férrea e inquebrantable puede dar respuestas a algunas experiencias vitales.

Algunas cosas suceden porque hay un orden (o desorden) universal, incomprensible, incontrolable, y fuera de nuestro alcance mental. Friamente, somos unas pequeñas motas de carne sobre una minúscula bola de polvo que da vueltas en un negro vacío.

Alegrémonos de los pequeños momentos dignos de sonreir, de la luz, de la música, de la amistad, de la compañía de quienes están con nosotros, etc. :-)

Cuídate,
Un abrazo wapa :-)
Maverick
...

Wara dijo...

Sí que somos pequeños, Maverick, y por lo general nos conformamos con cosas a nuestra medida, igualmente pequeñas... pero a la vez tan enormes como las que tú citas: la música, una compañía grata, un amigo... las palabras de alguien a quien nunca hemos visto, la luz.

Un fuerte abrazo. Gracias.