El reloj
siguió cortando el tiempo
con su pequeña sierra.
siguió cortando el tiempo
con su pequeña sierra.
“Oda a un reloj en la noche”, Pablo Neruda
Se consideraba a sí mismo eje del mundo y nadie se atrevió a contradecirle jamás; nadie osó explicarle que las manecillas del reloj seguirían girando aun cuando él ya no pudiera contemplar ni escuchar su inapelable avance. Por eso, cuando surgió el problema, tan leve realmente, de tan fácil solución, él se asustó sin embargo, y lo único que se le ocurrió fue la peregrina idea de matar el tiempo para detener lo inexorable de su cumplimiento. Para ello no dudó en sacrificarse pegándose un tiro entre ceja y ceja, tan certero que acabó con su vida, mas no lo bastante para detener el curso del tiempo. El fogonazo de luz inútilmente devenido en tinieblas no fue pago suficiente a su soberbia de dios, de soberano, de anónimo dirigente.
5 comentarios:
Desde el Caribe te dejo un saludo y un enhorabuena por tu blog. Me encanta!
Feliz día
Mi querida Wara: Puedo hacer dos lecturas de tu escrito pero no sé si me equivocaré en los dos.
La primera se refiere a una persona tan encumbrada que olvidó que era un simple mortal y cuando se enfrentó a la realidad no supo superarlo y segunda, le has conferido al reloj la propiedad de tener un alma y pensó que dominaba el mundo al dominar el tiempo y también tomó conciencia de su debilidad y en un acceso de soberbia se autoestropeó pensando que con él acabaría todo, equivocándose como es natural.
No sé si he acertado pero sí he sacado una conclusión: la soberbia que se apodera de ciertas personas olvidando que al ser simples mortales todo puede acabar en un minuto.
¿Me pasé? :)
Mil besos.
Flora, muchísimas gracias, viajar al Caribe a estas horas de la mañana, que prácticamente estoy despertando, es fenomenal.
Un abrazo.
Malena, me encanta esa lectura del reloj dueño de un alma, pero no, he sido más terrenal, y pensaba en tu primera opción, en el hombre que se cree un dios, que piensa que el mundo empieza y acaba con él. Y se equivoca, por supuesto.
Y no temas pasarte nunca, que no lo haces. Mil besos.
El tiempo maldito, siempre el tiempo maldito.
Escribí la otra noche una entrada de Belfondo que se llama El campanario y habla, precisamente, de la posesión de tiempo, de su poder.
Un beso, Wara querida.
Pienso que el tiempo es más valioso que cualquier otra cosa, aunque no nos damos cuenta ni lo apreciamos. Se nos escapa de las manos, no podemos retenerlo ni atesorarlo, pero tampoco debemos permitir que nos obsesione, sin embargo. Luego, ocurre como casi todo donde interactúa el hombre... a veces, y no raramente, lo echa a perder.
Y ya tengo prisa por leer esa entrada de la que hablas... Un fuerte abrazo, Fusa.
Publicar un comentario