domingo, 30 de mayo de 2010

La suerte del trébol

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... Después de confirmar un menú cuidadosamente seleccionado para satisfacer gustos y excepciones, todavía dio un último repaso a la interminable lista de invitados que no habían logrado reducir; y fue al reparar en el nombre de unos primos a los que ni siquiera recordaba haber visto alguna vez que a Avel se le ocurrió invitar a Luuca a pasar el fin de semana disfrutando del campo, ver un árbol, alguna flor sin su maceta, pues tanto asfalto, tanto olor y color de ciudad les tenía los sentidos atrofiados. Además, se casarían en un mes y tantas cosas cambiarían…, le dijo para convencerla.

... Eligieron las Fragas del Eume, en la Galicia de los abuelos y demás ancestros y el sábado muy temprano emprendieron camino cual peregrinación solemne. Provistos con una cesta abarrotada de productos de la mejor calidad que incluía una selección de todo menos refrescos y bocatas, evitaron mejor los escrúpulos que la tentación de comer las moras y hongos que por allí crecían salvajes; pero qué gratamente olían las flores, qué embriagadora sentían su fragancia, qué majestuosos se erguían los árboles, longevos y sabios, ¿un roble? ¿un ciprés, quizá? Mira, mira, es mismo el del catálogo… Dejaron atrás el monasterio de Caaveiro, de indiscutible importancia arquitectónica —ellos no tenían intención de ponerlo en duda—, y caminaron de verdad entregados a la tan extraordinaria aventura donde hasta el más pequeño riachuelo semejaba un tortuoso río, cualquier ligero desnivel un barranco que evitar…

... Encontraron finalmente un lugar lo bastante íntimo y acogedor donde extender una manta y disponer el almuerzo; comieron y bebieron con ansia no reprimida y, al cabo, bajo los efectos del Latour y el Merlot oportunamente sustraídos a los regalos de boda ya recibidos, Luuca y Avel se abrazaron y contemplaron el infinito, las nubes, qué lejanas; les producía hasta un plácido vértigo mirarlas. Ella se volvió, indolente, e iba a besar a Avel en los labios cuando justo a unos centímetros de su muy despeinada cabellera descubrió lo que quiso creer era un ejemplar del casi extinto trébol de cuatro hojas. Pues ni él ni ella entendían de estadísticas ni aberraciones genéticas de las plantas, y aun cuando no eran tampoco ni remotamente supersticiosos, no pudieron menos que congratularse por su magnífica fortuna.

... —¡Tienes confirmado el ascenso, seguro! —exclamó Avel, obsequioso y enamorado—. ¡Déjame ver…!
... —Nanay —respondió ella al instante, apartándole las manos con cierta brusquedad para que ni pudiera rozar el preciado talismán.
... —Pero, ¿qué te pasa? ¡No voy a robártelo!
... —¡Anda, como si tú no pretendieras mi puesto…!
... Se revolvieron en la manta en un discordante tira y afloja que desembocó en el irreparable aplastamiento de la codiciada variedad de trifolio. De pronto, Avel parecía enfurecido, Luuca dominada también por una furia agresivamente desatada; y encima comenzaba a llover…

... El lunes a primera hora los compañeros y amigos de Avel y Luuca recibieron un email en el que la pareja les comunicaba la ruptura de su compromiso matrimonial; también les indicaban dónde y cuándo podrían recuperar sus respectivos regalos de boda. Más tarde, e igualmente con un escueto e impersonal correo electrónico, la Empresa anunciaba a sus empleados que los ascensos, promociones y mejoras quedaban aplazados… indefinidamente.

martes, 25 de mayo de 2010

Canción infantil

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Esta niña traviesa
jamás cruza, para jugar,
la acera.
Se queda, de la casa,
a la sombra cierta
que la ampara contra las fieras
que el sol, justo a mediodía, libera.

Salta, salta, salta,
esta niña traviesa,
el cabello en la sombra,
junto a enaguas y volantes;
sólo al sol los zapatitos de baile
que en sueños visten sus pies descalzos
al elevarse de puntillas por el aire.

Esta niña traviesa
conoce la amenaza cierta
que se oculta tras una apariencia bella,
sabe de criaturas fieras que embaucan, hieren
guiadas por celos, amores o rencores ciegos;
testigos de venganza y muertes crueles
entre las páginas de un libro
aguardan que se las despierte.

Salta, brinca, escapa,
linda niña traviesa.
Huye del fragor de la calle
y su diaria batalla;
busca refugio en tu casa.

Simone Lettice - "Niña en un columpio"

lunes, 24 de mayo de 2010

Secretos confesables...


.... Pues hace un rato que estoy dándole vueltas a este premio y a la vez especie de juego para el que Sakkarah ha tenido el detalle de pensar en mí… y es que esto de los “Secretos Confesables” tiene su punto, creo que concretamente siete. A ver, para empezar, mi mayor secreto es precisamente este blog y su contenido.


Otros secretos…

2 – Siempre, siempre, siempre me ha gustado escribir y lo he hecho, pero…

3 – Apenas conservo nada que haya escrito con anterioridad al blog. Lo mío siempre fue escribir y romper (ahora, escribir y tecla de borrado).

4 – Soy noctámbula irrecuperable para el día.

5 – Dependo de la gente a la que aprecio, de libros y música y películas (que se ganan su rinconcito para siempre jamás).

6 – Me he quedado sorda escuchando el Carmina Burana de Orff y el Réquiem de Mozart.

7 - ¡¡¡ Me agobia cocinar !!! Antes me gustaba, cuando lo hacía por vocación, pero ahora que es por obligación familiar y que nadie te agradece tanto esfuerzo… uffffff.


..... Esto de los secretos tiene truco, que una vez que uno empieza se confiesa yo que sé qué… Bueno, de vez en cuando no viene mal mirarse a uno mismo un poquito por dentro. Aquí lo dejo, pues...

(No sin antes escuchar un ratito...)

viernes, 21 de mayo de 2010

Bértalo y Paléne

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... Paléne supo de él y cierto día acudió a escucharlo con más timidez que precaución. ¿Qué daño podía hacerle? Al principio permaneció al margen del grupo de personas que lo rodeaban estrechamente como para atrapar mejor cada palabra y evitar que huyeran de aquel círculo en que lo envolvían a diario. Y es que sus palabras les eran preciosas. Poco a poco fue ganando en admiración y su confianza le permitió integrarse, transformarse en parte de aquella especie de pétrea muralla humana que cercaban a Bértalo y su voz.

... No era raro que recurriera a extrañas lenguas para comunicarse, que utilizara complicadas expresiones cuyo significado Paléne descubría incierto, pero entonces se detenía en el tono de la voz, en los silencios y en sus pausas, y si bien no siempre estaba conforme con la narración, le agradaba escucharle y no dejaba de asistir al encuentro de Bértalo porque, al hacerlo, descubría su propia mente trabajando, el alma despertando al corazón. Y era esto lo que justamente precisaba para mitigar un profundo dolor, para sanar una herida que arrastraba desde las profundidades de una noche lejana, cuando un puñal la atravesó a traición.

... Ocurrió como todo lo inesperado, sin posible explicación. Absorto Bértalo en la solitaria hoguera que ardía a sus pies, comenzó a hablar de magníficos castillos y palacios gratamente iluminados, donde el frío no hallaba hueco en sus estancias, lugares donde uno encontraba compañía agradable y conversación interesante… Y hablaba con cierta expresión extraña, con un rastro de frío en el alma y añoranza en la mirada que Paléne advirtió al instante y que incluso le hizo daño; temió que la incondicionalidad de quienes le escuchaban no le fuera ya bastante y terminara por marcharse, abandonándolos.

... —Pareces hallarte todavía embriagado por el recuerdo de ese lugar —resonó la voz de Paléne, involuntariamente, sin reflexionar en cómo serían recibidas sus palabras, en su implicación—. Aprecias de las arañas su iluminación, de la chimenea el grato calor…

... —También vosotros podéis ir y verlo —respondió Bértalo, a la defensiva.

... —Ni te acuso ni te juzgo, no era esa mi intención —se excusó Paléne rápidamente y quiso explicar su preocupación, el repentino temor:— Eres un mensajero, un contador de historias… el creador de los mundos que nosotros conocemos no por experiencia, sólo por tu voz.

... Pero el hombre que les contaba historias le dirigió una mirada impaciente, apartó a Paléne con brusquedad y se alejó. Al igual que los demás, también la joven lo dejó marchar, entristecida porque acaso aquella noche, no, pero segura de que Bértalo habría de superar su aturdimiento y entender la sencillez de la que ella pretendiera una declaración: podían acceder a los mejores castillos y palacios, disfrutar de sus comodidades y atención; pero realmente no existían castillos y palacios con la suficiente iluminación, ni poseían el calor que cuantos acudían a escuchar a Bértalo hallaban en su voz.

sábado, 15 de mayo de 2010

Pasión

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De tantos mundos que ha creado como refugio de sí misma,
sólo le resta éste, que la hiere y hostiga.

Junto al sol y la luna, las estrellas, la muerte y la vida,
avanza y retrocede como en un baile maldito.

La vida inhóspita, la muerte enemiga.
El sol que se oculta, las estrellas no brillan, la luna que grita.

La vida que huye,
la muerte por y para siempre imbatida.

Nancy Carrigan - "Double dance"

sábado, 8 de mayo de 2010

Ego te absolvo

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... ¡Ciao…!, dijeron sus labios envolviendo la despedida en una sonrisa rouge que yo todavía aguardaba, sonrisa que me confirmó que el malentendido había pasado al olvido y me había perdonado. Se detuvo con gesto grácil y esbelto adquirido a fuerza de constancia, un pie en el bordillo y el otro como suspendido en el aire antes de seguir adelante y dejar de mirarme. No sé qué impulso malsano y salvaje me empujó entonces a pronunciar su nombre, llamándola. La juventud y la vida entera se le escapó en un instante. El tráfico perdió su armónico avance cual si confundiera el paso de baile, y en medio de una creciente confusión la gente corría a rodearla pese a serle inútil la ayuda, de llegarle demasiado tarde. Yacía en el suelo en inverosímil postura, el precioso cabello mojado, de lluvia o con sangre; comprendí que volvía a llover y me alejé en sentido contrario, sorteando expresiones de monótono espanto, sombras informes y espejos transformados en los tan vulgares charcos; es decir, jugando de nuevo a ocultarme… La imagen del muchacho que la aguardaba en cualquier parte tomó mi mente por asalto, le adivinaba impaciente por saber si la habría liberado. ¿No lo deseaban? Abrí mi paraguas. Nadie reconocería a Izarrel en el anonimato de quienes, por el Parrote, se dirigían con prisas hacia el Muelle de las Ánimas.


lunes, 3 de mayo de 2010

Correr tras el viento (Fábula)

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... —Dejaste que se fuera —creyó oír que le decía una voz a su espalda.
... René se giró bruscamente sobre sí mismo; las hojas del temprano otoño ya cubrían el camino que lo condujera al lugar exacto que había venido buscando, desierto a aquellas horas y acaso a cualquier otra. Fue al dejarse caer en un banco próximo, rendido al desánimo, vencido, cuando reparó en la estatua que, ignorando al mundo, permanecía absorta por toda la eternidad en su inmenso silencio, soledad y dolor. El, orgulloso de mantener los pies firmemente arraigados en la tierra, inmune a cualquier clase de ensoñación, miró a la estatua buscando comprensión, tal vez hasta indulgencia.
... —Has malgastado tu vida persiguiendo una fantasía. La has desperdiciado viviendo una ilusión… —oyó que le recriminaba la estatua—. Y las has perdido a las dos, a Mercedes, la mujer que te amó más que a sí misma y a aquella que elegiste amar y nunca te correspondió.
... —¡Pensé que Marina era mi verdadero amor…! —dijo René con sincero convencimiento.
... —Tu vida ha sido un continuo correr tras el viento —sentenció la estatua; y luego añadió:— La arena resbala de entre los dedos, el viento se enreda y entretiene en los cabellos, pero en ellos nunca permanece… Para cada pleamar existe una bajamar, junto a la luz convive la oscuridad… Sin embargo, se va el tiempo para jamás regresar y lo que de él depende, se pierde y también se va.
... —Mercedes no volverá… —asintió René, postrado ahora de rodillas junto a la sepultura de quien tanto lo amara sin reclamos ni imposiciones. Tomando conciencia por primera vez de su equivocada decisión, volvió los ojos a la estatua e inquirió:— ¿Por qué se nos permite correr tras el viento? ¿Por qué nadie nos advierte…?
... —¡Advertir…! —murmuró la estatua con amarga sonrisa—. A un niño se le consiente porque a él pertenece la facultad de soñar. Luego, ya adulto, debe descubrir el momento de parar, debe comprender que el viento viene y se va, a su capricho o voluntad. Correr tras el viento es perseguir un imposible y, desear apresarlo…, ¡simple vanidad!