... —Creo haber encontrado lo que usted buscaba —anunció con orgullo Monsieur Edouard mientras conducía a la mujer entre las antigüedades de incalculable valor que abarrotaban una tienda bien disimulada entre los antiguos edificios de un anónimo bulevar parisino que saludaba ya a las primeras sombras de la noche—. Su descripción fue tan precisa que, como le advertí, sólo era cuestión de tiempo…
... Monsieur Edouard tomó un grueso volumen de una vitrina elevada y se lo ofreció a la mujer, que pareció dudar antes de aceptarlo; luego, en un gesto de inconsciente caricia más que de evaluación o tasa, deslizó los dedos por los cantos del libro y las tapas esmeradamente repujadas en cuero teñido de escarlata. Como si no supiera qué hacer con él, o cual si le quemara o manchara y contaminara de algún modo las manos, en seguida lo dejó sobre la mesa, aunque sin dejar ya de mirarlo. El anticuario murmuró un precio que sabía elevado pero ella asintió con un “si sangra, me lo quedo”. Entonces, de repente, de algún lugar sacó una daga que clavó limpiamente en el centro de la mesa, atravesando el libro e hiriéndolo de muerte.
"Shakespeare and CO. Antiquarian Books"
París